Más dureza para delitos sexuales y reincidentes
Más dureza para delitos sexuales y reincidentes
Apenas cinco días después de que la excarcelación del violador del Valle de Hebrón hiciera saltar las alarmas por los defectos y lagunas de nuestro sistema de administración de Justicia, la desarticulación de una peligrosa banda de delincuentes latinos ha vuelto a poner sobre la mesa el espinoso debate de la reincidencia, y del tratamiento que merecen las nuevas formas delictivas. La Policía ha detenido a una banda de jóvenes atracadores de nacionalidad colombiana y guatemalteca, cuyo signo distintivo era el grado inusual de crueldad que empleaban en sus asaltos. El jefe de este clan está acusado de violar a cinco mujeres en el madrileño Parque del Oeste. En ocasiones, el agresor utilizó de colchón al novio de la víctima, en busca de mayores cotas de humillación y sometimiento. En este caso, las vejaciones sexuales no responden a los parámetros y patologías habituales del violador común, sino a un singular modo de entender el liderazgo criminal y a una particular cultura de la violencia machista muy extendida entre las bandas. Según este abominable código, la violación inviste al jefe, que exhibe su poder consumando la agresión sexual. Los pormenores del caso ponen los pelos de punta y reabren el debate necesario sobre la excesiva suavidad de nuestras leyes ante determinados delitos y delincuentes reincidentes. Es preciso, mientras no se endurezca el Código Penal, que los jueces apliquen la máxima severidad. Y que exista tolerancia cero frente a las formas delictivas importadas.
Apenas cinco días después de que la excarcelación del violador del Valle de Hebrón hiciera saltar las alarmas por los defectos y lagunas de nuestro sistema de administración de Justicia, la desarticulación de una peligrosa banda de delincuentes latinos ha vuelto a poner sobre la mesa el espinoso debate de la reincidencia, y del tratamiento que merecen las nuevas formas delictivas. La Policía ha detenido a una banda de jóvenes atracadores de nacionalidad colombiana y guatemalteca, cuyo signo distintivo era el grado inusual de crueldad que empleaban en sus asaltos. El jefe de este clan está acusado de violar a cinco mujeres en el madrileño Parque del Oeste. En ocasiones, el agresor utilizó de colchón al novio de la víctima, en busca de mayores cotas de humillación y sometimiento. En este caso, las vejaciones sexuales no responden a los parámetros y patologías habituales del violador común, sino a un singular modo de entender el liderazgo criminal y a una particular cultura de la violencia machista muy extendida entre las bandas. Según este abominable código, la violación inviste al jefe, que exhibe su poder consumando la agresión sexual. Los pormenores del caso ponen los pelos de punta y reabren el debate necesario sobre la excesiva suavidad de nuestras leyes ante determinados delitos y delincuentes reincidentes. Es preciso, mientras no se endurezca el Código Penal, que los jueces apliquen la máxima severidad. Y que exista tolerancia cero frente a las formas delictivas importadas.
Fuente: el mundo
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