UN DERRUMBE BURSATIL QUE ACERCA LA CRISIS ECONOMICA EN ESPAÑA
epsimo
Las Bolsas europeas se hundieron ayer por temor a una recesión económica que ha dejado de ser una posibilidad teórica para convertirse en una expectativa real y cercana.
El Ibex 35 descendió un 7,5%, la mayor caída en la historia del índice y la segunda desde la crisis de los 70. Londres, París, Fráncfort y otras bolsas internacionales sufrieron también correctivos superiores al 5%, mientras que Wall Street no operó al ser día festivo.
En las tres semanas que van de año, la Bolsa española ha perdido un 17,6% en valor de capitalización (unos 150.000 millones de euros), lo que perjudica en primer lugar a los cuatro millones de familias que han invertido sus ahorros en acciones y fondos.
La volatilización de este capital va a influir sin duda en una merma del consumo y en una sensación psicológica de inseguridad. Cuando los mercados de capitales suben se produce el llamado «efecto riqueza» que incita a gastar y ahora está sucediendo lo contrario.
Lo inquietante del descenso de los mercados en los últimos días es que no puede interpretarse como en septiembre de 2001, cuando las acciones de muchas empresas estaban claramente sobrevaloradas por el boom de la nueva economía y existió un detonante político -el 11-S- de tremendo impacto mundial.
Ahora la crisis es mucho más profunda porque está provocada por un conjunto de factores que afectan a la columna vertebral de la economía como son la contracción del crédito, el hundimiento de la demanda de inmuebles y la excesiva exposición de parte del sector financiero, el alza del petróleo y las materias primas y las debilidades estructurales de EEUU.
Resulta especialmente significativo que el brusco descenso de las Bolsas se haya producido en el primer día de apertura de los mercados tras el mensaje de Bush del pasado viernes. El presidente prometió una bajada de impuestos e incentivos fiscales a la inversión, medidas acogidas con absoluto escepticismo por los analistas.
La cuestión es ahora cuánto va a durar y qué efectos va a tener la crisis que viene, y en qué medida va a afectar a España. Pedro Solbes aseguró ayer que «no hay que exagerar» y que la situación española es «bastante cómoda» y permite encarar el futuro con «cierta tranquilidad». Hace una semana, Zapatero manifestaba en este periódico que hablar de una crisis económica es «una falacia» y acusaba de «puro catastrofismo» a quienes sostienen que España pasará serios apuros.
El optimismo de Zapatero y Solbes parece más basado en los deseos que en los hechos. Ya habíamos advertido reiteradamente en estas páginas de que, si se produce una recesión, España se verá seriamente afectada.
Y ello porque la construcción y el sector inmobiliario tienen más peso en nuestro PIB que en el de otros países, porque España es muy dependiente de la importación de petróleo y porque se empiezan a notar ya los efectos de la fuerte restricción del crédito que empezó antes del verano.
Sería prematuro caer en la desesperanza porque es verdad que la economía española tiene capacidad para afrontar el reto que se avecina. Pero ello no es incompatible con un análisis riguroso de lo que está pasando y con la adopción de medidas necesarias para estimular la actividad económica como una reducción de los impuestos directos y una serie de reformas estructurales que Solbes ha preferido aplazar. La crisis toca a nuestra puerta y sería necio ignorar el aviso.
El Ibex 35 descendió un 7,5%, la mayor caída en la historia del índice y la segunda desde la crisis de los 70. Londres, París, Fráncfort y otras bolsas internacionales sufrieron también correctivos superiores al 5%, mientras que Wall Street no operó al ser día festivo.
En las tres semanas que van de año, la Bolsa española ha perdido un 17,6% en valor de capitalización (unos 150.000 millones de euros), lo que perjudica en primer lugar a los cuatro millones de familias que han invertido sus ahorros en acciones y fondos.
La volatilización de este capital va a influir sin duda en una merma del consumo y en una sensación psicológica de inseguridad. Cuando los mercados de capitales suben se produce el llamado «efecto riqueza» que incita a gastar y ahora está sucediendo lo contrario.
Lo inquietante del descenso de los mercados en los últimos días es que no puede interpretarse como en septiembre de 2001, cuando las acciones de muchas empresas estaban claramente sobrevaloradas por el boom de la nueva economía y existió un detonante político -el 11-S- de tremendo impacto mundial.
Ahora la crisis es mucho más profunda porque está provocada por un conjunto de factores que afectan a la columna vertebral de la economía como son la contracción del crédito, el hundimiento de la demanda de inmuebles y la excesiva exposición de parte del sector financiero, el alza del petróleo y las materias primas y las debilidades estructurales de EEUU.
Resulta especialmente significativo que el brusco descenso de las Bolsas se haya producido en el primer día de apertura de los mercados tras el mensaje de Bush del pasado viernes. El presidente prometió una bajada de impuestos e incentivos fiscales a la inversión, medidas acogidas con absoluto escepticismo por los analistas.
La cuestión es ahora cuánto va a durar y qué efectos va a tener la crisis que viene, y en qué medida va a afectar a España. Pedro Solbes aseguró ayer que «no hay que exagerar» y que la situación española es «bastante cómoda» y permite encarar el futuro con «cierta tranquilidad». Hace una semana, Zapatero manifestaba en este periódico que hablar de una crisis económica es «una falacia» y acusaba de «puro catastrofismo» a quienes sostienen que España pasará serios apuros.
El optimismo de Zapatero y Solbes parece más basado en los deseos que en los hechos. Ya habíamos advertido reiteradamente en estas páginas de que, si se produce una recesión, España se verá seriamente afectada.
Y ello porque la construcción y el sector inmobiliario tienen más peso en nuestro PIB que en el de otros países, porque España es muy dependiente de la importación de petróleo y porque se empiezan a notar ya los efectos de la fuerte restricción del crédito que empezó antes del verano.
Sería prematuro caer en la desesperanza porque es verdad que la economía española tiene capacidad para afrontar el reto que se avecina. Pero ello no es incompatible con un análisis riguroso de lo que está pasando y con la adopción de medidas necesarias para estimular la actividad económica como una reducción de los impuestos directos y una serie de reformas estructurales que Solbes ha preferido aplazar. La crisis toca a nuestra puerta y sería necio ignorar el aviso.
Fuente: EL MUNDO
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