IBEROAMÉRICA OBLIGA A ESPAÑA A ACERTAR
epsimo
CON SIGNIFICATIVAS ausencias y, sobre todo, con abiertas discrepancias en torno a la jornada electoral de Honduras arrancó anoche la XIX Cumbre Iberoamericana en Estoril. Nunca como en esta reunión de los jefes de Estado y de Gobierno de América Latina, España y Portugal habían quedado tan de manifiesto las dificultades para ponerse de acuerdo en cuestiones de interés común, y eso que la ausencia del siempre conflictivo presidente Chávez en el foro podría animar a pensar lo contrario. Por distintas razones tampoco han viajado hasta territorio luso otros siete mandatarios: los de Bolivia, Cuba, Nicaragua, Paraguay, Guatemala, Uruguay y Honduras; estos dos últimos por la celebración de elecciones en sus países.
Por si tantas bajas no fueran pocas, en nada contribuye al entendimiento la fuerte polarización suscitada en relación a los comicios presidenciales hondureños. Así, Brasil, en cuya embajada en Tegucigalpa buscó refugio el depuesto Zelaya, se muestra partidario de no reconocer los resultados de las elecciones, al tiempo que los alineados en la Alternativa Bolivariana de las Américas presionan para declarar ilegítimo el proceso electoral. Por el contrario, países de la región como Costa Rica, Panamá y Perú ven en las urnas una salida pragmática a una crisis que se prolonga ya cinco meses. También, con matices, se muestra así EEUU, que modificó su planteamiento inicial para evitar repetir los errores cometidos en su día en Haití y que ha pedido que no se haga una descalificación categórica de la convocatoria a las urnas.
España, por su parte, ha mantenido una posición ambigua para no tener que elegir entre Lula y Obama, si bien al final se ha inclinado por no reconocer el resultado de la votación. Moratinos tiene ante sí una difícil papeleta. Con las manos atadas en un proceso en el que el peso de la mediación lo ha llevado la Organización de los Estados Americanos (OEA), se encuentra ahora con que la Presidencia de turno de la Unión Europea obligará a España a asumir más protagonismo en la estabilización de Honduras de cara a sus socios comunitarios. Anoche aún se discutía en la cumbre emitir un comunicado sobre la cuestión hondureña.
La clave de la normalización del país centroamericano pasa no tanto por lo que se votó ayer -Porfirio Lobo, candidato del Partido Nacional, aparecía como favorito en las encuestas- como por las reacciones que se produzcan a partir de hoy, más allá de las declaraciones retóricas en favor de la democracia y de defensa de la legalidad. Al menos, el Ejecutivo de Micheletti garantizó la seguridad y la normalidad de las votaciones gracias a un fuerte dispositivo militar, la prohibición de portar armas y 24 horas de ley seca. El depuesto Zelaya había animado a sus compatriotas a no tomar parte en un proceso que calificó de «tragedia» para su pueblo, y el chavismo se frotaba las manos deseando que la jornada electoral resultara un fiasco. Pero no fue así.
La crisis de Honduras y también la Cumbre Iberoamericana obligan al Gobierno español a medir bien los pasos a partir de ahora, y no sólo por los grandes intereses económicos que tiene en la región. Nuestro país, como abanderado de Europa allí, no puede desaprovechar su capacidad de influencia. Esa preeminencia le hace tener a la vez un plus de responsabilidad. El apoyo que España ha dado al títere hondureño de Hugo Chávez y el no reconocimiento de las elecciones puede acabar siendo un problema, sobre todo después de que la alta participación de los hondureños haya conferido legitimidad democrática a estos polémicos comicios
Por si tantas bajas no fueran pocas, en nada contribuye al entendimiento la fuerte polarización suscitada en relación a los comicios presidenciales hondureños. Así, Brasil, en cuya embajada en Tegucigalpa buscó refugio el depuesto Zelaya, se muestra partidario de no reconocer los resultados de las elecciones, al tiempo que los alineados en la Alternativa Bolivariana de las Américas presionan para declarar ilegítimo el proceso electoral. Por el contrario, países de la región como Costa Rica, Panamá y Perú ven en las urnas una salida pragmática a una crisis que se prolonga ya cinco meses. También, con matices, se muestra así EEUU, que modificó su planteamiento inicial para evitar repetir los errores cometidos en su día en Haití y que ha pedido que no se haga una descalificación categórica de la convocatoria a las urnas.
España, por su parte, ha mantenido una posición ambigua para no tener que elegir entre Lula y Obama, si bien al final se ha inclinado por no reconocer el resultado de la votación. Moratinos tiene ante sí una difícil papeleta. Con las manos atadas en un proceso en el que el peso de la mediación lo ha llevado la Organización de los Estados Americanos (OEA), se encuentra ahora con que la Presidencia de turno de la Unión Europea obligará a España a asumir más protagonismo en la estabilización de Honduras de cara a sus socios comunitarios. Anoche aún se discutía en la cumbre emitir un comunicado sobre la cuestión hondureña.
La clave de la normalización del país centroamericano pasa no tanto por lo que se votó ayer -Porfirio Lobo, candidato del Partido Nacional, aparecía como favorito en las encuestas- como por las reacciones que se produzcan a partir de hoy, más allá de las declaraciones retóricas en favor de la democracia y de defensa de la legalidad. Al menos, el Ejecutivo de Micheletti garantizó la seguridad y la normalidad de las votaciones gracias a un fuerte dispositivo militar, la prohibición de portar armas y 24 horas de ley seca. El depuesto Zelaya había animado a sus compatriotas a no tomar parte en un proceso que calificó de «tragedia» para su pueblo, y el chavismo se frotaba las manos deseando que la jornada electoral resultara un fiasco. Pero no fue así.
La crisis de Honduras y también la Cumbre Iberoamericana obligan al Gobierno español a medir bien los pasos a partir de ahora, y no sólo por los grandes intereses económicos que tiene en la región. Nuestro país, como abanderado de Europa allí, no puede desaprovechar su capacidad de influencia. Esa preeminencia le hace tener a la vez un plus de responsabilidad. El apoyo que España ha dado al títere hondureño de Hugo Chávez y el no reconocimiento de las elecciones puede acabar siendo un problema, sobre todo después de que la alta participación de los hondureños haya conferido legitimidad democrática a estos polémicos comicios
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